Mantuvimos la cabeza fría (dificil cosa) y nos mentalizamos para menear a un público cansado y en su mayoría desconocedor de nuestra existencia. Pero bueno, al final del concierto, con el repertorio más fiestero la cosa se animó y acabamos rezumando litros y litros de sudor.
Mérito especial tiene el hecho de que Juantxo al día siguiente tubo que ir a trabajar sin dormir. Prueba de que esto del rock es más duro de lo que parece.
Aquí subo unas fotos cojonudas que nos hizo el Miguel:









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